lunes, 21 de noviembre de 2016

Para que no le pongan la etiqueta…


Por Fernando Luis Rojas

Hace unos días se produjo una interesante polémica en Facebook que a grandes rasgos tocaba asuntos como el poder, la ideología, la escritura y algo tan impreciso como “el escribir bien”. De ella, entre otras lecturas, saqué en claro que a la izquierda –otro término particularmente impreciso– le ha hecho un daño particular el discurso panfletario y que Francis Fukuyama,  tiene (y tendrá) resurrecciones cíclicas. Ciertamente, la matriz política del dogma ha diferido a un lugar secundario el oficio de autores como Carlos Marx y León Trotski, reflejado por ejemplo en textos como El 18 Brumario y El Capital, y Literatura y Revolución e Historia de la Revolución Rusa, respectivamente.
Es El Capital y específicamente el famoso Capítulo XXIV dedicado a la llamada Acumulación originaria lo que me sirve de base en este post. Sirvan de preámbulo tres ideas básicas:
1. La esencia de esa acumulación originaria se encuentra en la disociación del productor respecto a los medios de producción y a su necesidad de “vender” su única mercancía, la fuerza de trabajo;
2. La abstracción metodológica que lleva este proceso hasta el Capítulo XXIV tiene que ver con el funcionamiento del capitalismo en tiempos de Marx y las formas de acumulación de capital en ese contexto;
3. Marx analiza el proceso en la sociedad capitalista y en este sentido valora la capacidad revolucionaria del proletariado para subvertir este orden de acumulación… pero lógicamente, la complejidad del proceso de acumulación originaria –identificado en ocasiones como prehistoria del capital– parte de que no se produce en una sociedad típicamente capitalista.
Ahora bien, ¿cómo explicar entonces la acumulación que derivó en las sociedades capitalistas post-socialistas[1] de Europa del Este y la URSS? ¿Podría el proyecto cubano transitar a puertos como ese? ¿Qué elementos deberían conjugarse?
En primer término estaríamos hablando de la privatización de los principales medios de producción. Para ello, existen varios caminos posibles:
  1. El control de los mismos a través de la apertura a la propiedad privada capitalista.
Aunque en la Cuba actual se insiste en que esta apertura es una especie de “cesión” del Estado de aquellos espacios de los que no puede (o no debe) ocuparse,  pueden producirse procesos de acumulación y concentración en diferentes sectores empleando mecanismos como la inscripción de licencias (y propiedades destinadas a negocios) a través de terceros. Hemos escuchado muchas veces que el aparente “dueño” de un bar, cafetería o restaurant es la pantalla de algún extranjero o cubano residente en el exterior.
En rigor, las formas que tiene el Estado cubano –con su actual esquema de funcionamiento– para atender este proceso sería la coerción tipo Ofensiva revolucionaria, interrupción de la entrega de licencias, incremento de impuestos y otras maneras desacertadas en la actual coyuntura. Creo que la solución pasa por la descentralización, el aumento de capacidad decisoria de los gobiernos locales y la implementación del control popular resultado de un diálogo (y una práctica) que reivindique la verdadera socialización en detrimento de la estatización al uso durante varias décadas.
  1. El fortalecimiento de un sector burocrático que comprende responsabilidades políticas, administrativas, funcionariado; y que otorga un peso a los vínculos familiares, de amistad, entre otros.
En un país con una fuerte cultura institucional y burocrática, como es Cuba, constituye esta una gran amenaza. De hecho, buena parte de la experiencia en la antigua URSS en esto que pudiéramos llamar “acumulación transicional del capital” ilustra que puede explotar ¿sorpresivamente? un grupo que considera “su feudo”, “su propiedad”, “su derecho”, aquello que dirige.
Es por eso que algo que genera reportajes ocasionales y recibe la nominación rimbombante de Código de ética de los cuadros no existe solo para ser firmado y aplicado convenientemente a los niveles subordinados; que la Contraloría debería actuar con la misma verticalidad con que se dirige, es decir, comenzar auditando o controlando los niveles de dirección más altos en cualquier sector; que no debía descalificarse o desatenderse ningún llamado o denuncia que aparezca en algún medio, el que sea, ya corresponderá a las propias instituciones cubanas comprobar su validez.
Al menos estos dos caminos parecen un terreno conflictivo ahora mismo en Cuba. No están necesariamente separados. Hay otros. Quizás comparar en algún momento las facilidades –en materia de iniciativa y derechos económicos– que brinda el país a los que residen en él, en contraste con los cubanos en el exterior y extranjeros.
Son muchos los temas que debemos discutir descarnadamente si queremos, en serio, que al socialismo cubano no le ajuste el axioma de que el socialismo es un camino más largo (o un camino otro) al capitalismo.       



[1] Aunque la cualidad de “socialistas” puede ponerse en tela de juicio y sería más pertinente utilizar otros calificativos como socialismo de Estado deformado, socialismo burocratizado, socialismo simbólico o discursivo, entre otros.

1 comentario:

  1. Sugiero este artículo

    http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219501

    sobre La enseñanza de la Filosofía Marxista en Cuba
    Pensar, hablar y obrar bien

    ResponderEliminar

Agregue un comentario