lunes, 15 de febrero de 2016

El experimento

Por Carlitos

La derrota en Santo Domingo y la partida de los Gourriel confirman el estado lamentable del béisbol cubano. Desgraciadamente, la pelota ha constituido un experimento claro de todo lo que no se debía hacer en términos políticos (más que técnicos).

Se tomaron las medidas correctas, pero tarde y de manera incompleta. Se incrementaron salarios y se aprobaron las contrataciones en el exterior (a cuentagotas), cuando ya todo el mundo las daba como obvias. La política permaneció todo el tiempo a la defensiva y justo cuando se implementaron estas medidas la emigración se disparó espectacularmente, alcanzando a la casi totalidad de nuestra selección nacional y principales prospectos.

Había otra apuesta, que debía compensar las cuestiones materiales que nunca podríamos asegurar al nivel de otras ligas: la atención personalizada a las sensibilidades de nuestros atletas, el verdadero trabajo político. Pero prosiguió un discurso vacío y descontextualizado, abriendo más la distancia entre lo que creen los atletas (y el público) y sus directivos.

Continuó la poca transparencia en la selección de los equipos a todos los niveles, dando la muy perjudicial percepción a los jóvenes de que no basta únicamente con tu talento y tu esfuerzo para aspirar a integrar una selección nacional o para ser contratado en ligas extranjeras. Nos persigue el síndrome de "las listas", cuyo problema esencial es quién y bajo qué criterios define sus integrantes.

La prensa deportiva, si bien significó el espacio de más debate de nuestra sociedad en los últimos tiempos, quedó sesgada por su poca imparcialidad. Habría que hacer salvedades, pero convivimos la mayor parte del show con comentaristas cuyo discurso irrita por poco aterrizado y por tratar de defender lo indefendible (no pocos aficionados quitan el volumen a la televisión y ponen la radio).

Y se cambiaron los dirigentes, pero no la mentalidad ni los métodos, al menos no esencialmente. No dudo que haya habido un gran esfuerzo por resolver los problemas, pero como me dijo una vez un obrero, lo importante no es el esforzímetro, sino el resultímetro.

Defender el deporte nacional representa un reto titánico hoy, dada la tendencia al profesionalismo bajo contratos millonarios y la imposibilidad de los cubanos de acceder a la MLB sin renunciar a su nacionalidad. Pero la salud de la pelota responde también a una manera errada de asumir la política interna, de conducir procesos sociales, de entender las sensibilidades humanas.

Algo tenemos que hacer para que estos temas que son vox populi, encuentren oído, debate y solución, antes de que una forma antigua de ver la política nos haga constatar (demasiado tarde) desastres similares en otras esferas de orgullo nacional: ¿nuestros profesionales? ¿nuestros médicos? ¿nuestra educación? ¿nuestra cultura?

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