miércoles, 16 de diciembre de 2015

Venezuela: ¿Abstención, castigo o cambio?

Tomado de https://medium.com/@bitacoranova/venezuela-abstenci%C3%B3n-castigo-o-cambio-b909f1b87471#.nvhlgwktb

 

El resultado electoral del pasado 6 de diciembre en Venezuela es un serio aviso a la política que ha desarrollado el gobierno bolivariano, especialmente en materia económica, durante los últimos años.

La sanción popular no tiene paliativos. La oposición incluso ha conseguido ganar en el bastión revolucionario de la parroquia del 23 de Enero, en Caracas. El Liceo Manuel Palacio Fajardo, que fue durante años el centro electoral de Chávez, fue ganado por el candidato opositor, Jorge Millán, en una reñida contienda a Zulay Aguirre, candidata oficialista y madre del diputado chavista Robert Serra, asesinado hace un año con la complicidad de su propia escolta.

Un caso sonrojante es el del Vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Diosdado Cabello, que perdió en el estado de Monagas en la elección contra un desconocido y mantiene su escaño gracias al método D´Hont de repartición que fomenta el bipartidismo.

Si comparamos este examen con los resultados de las últimas elecciones presidenciales de 2013, Maduro sacó 7.586.251 de votos, mientras que en las pasadas legislativas la coalición oficialista del Gran Polo Patriótico (GPP) obtuvo 5.615.300, se perdieron por el camino 1.970.951 votos. Mientras que en 2013 la opositora Mesa Unidad Democrática (MUD) sacó 7.361.512 y ahora recibió 7.720.576, subió “tan solo” 368.000 votos. Los datos revelan que no todos los que dejaron de votar por el chavismo lo hicieron por la oposición: 1.602.665 prefirieron abstenerse.

La foto fija trasluce que en las elecciones legislativas hubo una sanción al gobierno pero que sin embargo no se sumó a la oposición. Se da la situación que el chavismo se convierte en una minoría parlamentaria mientras se mantiene como una mayoría social.

¿Ganó la guerra económica?

“Se podría decir que la guerra económica ha ganado”: así resumió Maduro las causas de la derrota tras conocerse los resultados. Esto es solo una explicación parcial, porque las clases populares demostraron su apoyo al chavismo en momentos como el paro petrolero de finales de 2002.

A la crisis económica, acentuada por los bajos precios petroleros, se suma la percepción de que la dirigencia bolivariana es incapaz de resolver estos problemas. En actos públicos critican a grandes empresas agroindustriales como el Grupo Polar por su papel en la escasez de productos pero las denuncias no se traducen en medidas concretas. En ese ambiente, el burocratismo y la corrupción alcanzan altos niveles, fomentando la desmoralización y el escepticismo.

También hicieron su parte la ineficiencia, la corrupción y una política comunicacional que no supo reflejar y explicar la realidad de la situación. Sin embargo, no se puede decir que estos factores fueran decisivos porque ya estaban presentes, en mayor o menor grado, en elecciones anteriores en las que el Psuv si logró ganar.

Algunos también culpan de la derrota al “bajo nivel de conciencia” de un pueblo “malagradecido”. Afirman que “la revolución bolivariana les dio vivienda, educación y sanidad pública” y ahora “se creen clase media”. Es una explicación que realmente no explica nada, pero además reduce la justa restitución de derechos fundamentales a la población equiparándola a la defensa de un Estado clientelar. Con ese argumentario hablar de “revolución” y “socialismo” se convierte en retórica vacía.

Mientras el modelo rentista petrolero no ha sido sustituido en el país. Beneficiado por distintos tipos de cambios de divisa, toma fuerza una nueva burguesía importadora que se apoya en sectores bancarios y complicidades gubernamentales, que en los últimos ocho años han acabado con 250 mil millones de dólares de las reservas de divisas.

¿La “guerra económica” y el desabastecimiento no están asociados a la importación de casi todo lo que se consume en el país?

Que la dirigente chavista Jacqueline Faría afirmase durante una jornada de reparto de alimentos que las colas eran “sabrosas” y pidiera a la gente disfrutar de ellas, es un ejemplo de la desconexión entre la dirigencia y el pueblo.

¿Oposición cohesionada?

Sería miope enmarcar a la oposición en una imagen reduccionista como la “ultraderecha neoliberal y golpista”, así hay algunos, sin duda, pero también hay matices. Hay tendencias que se ven reflejadas estos días en sus discursos victoriosos. Una más radical que busca la confrontación donde el mejor exponente es el “adeco” Ramos Allup y otra más “moderada” que encabeza Julio Borges, consciente que el objetivo es desgastar poco a poco al chavismo agudizando las contradicciones que surgen de la gestión diaria, camino al referéndum revocatorio presidencial.

El próximo 5 de enero, durante la conformación de la presidencia de la directiva de la Asamblea Nacional veremos hasta qué punto están cohesionados. Lo lógico sería la presidencia para Primero Justica, 33 diputados, y las dos vicepresidencias para Acción Democrática, 25 diputados, y Un Nuevo Tiempo con 21 curules. De este reparto se queda fuera el gobernante Psuv que tiene 52 diputados y es el primer partido en representación.

Poder electoral sale reforzado internacionalmente

En 17 años la oposición perdió en las urnas hasta en 18 ocasiones. Lo habitual era denunciar fraude y desconocer los resultados. Este escenario estimulaba a Washington para cuestionar la calidad democrática de Venezuela.

Los resultados del pasado 6 de Diciembre, dejan por primera vez un consenso en la polarizada política venezolana: el reconocimiento de la transparencia y confiabilidad del Consejo Nacional Electoral.

Fuera de juego se quedó Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americano (OEA), quien antes de las elecciones le escribió una carta a Tibisay Lucena, de ocho páginas, criticando el sistema electoral venezolano. Luego no fue capaz de trinar ni un tweet de 140 caracteres felicitándola por la trasparencia de las elecciones.

Posibles escenarios

Los más agoreros piensan que la victoria opositora es el inicio de los apagones en la isla y el fin de las misiones cubanas en Venezuela. El presidente cubano Raúl Castro aprendió de la experiencia soviética y ha impulsado la diversificación de las relaciones económicas. Hoy Cuba gestiona incluso un hospital en el desierto de Qatar.

Más de la mitad de las necesidades energéticas de la isla se cubren con petróleo nacional, el crudo venezolano era principalmente revendido a países de la región y significaba una importante fuente de entrada de dólares. Cuba renegoció su deuda con el Club de París lo que le da más liquidez en un nuevo escenario sin el aliado bolivariano.

Más que económica, la derrota sería sobre todo política. El pasado lunes 14 de diciembre se cumplían 11 años de la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la fecha pasó sin pena ni gloria tanto en Cuba como en Venezuela, la realpolitik se abre camino.

Por otro lado, difícilmente la oposición ampliará su apoyo camino de un referéndum revocatorio si elimina el asistencialismo del que se benefician los más desfavorecidos.

El trabajo de los médicos cubanos es reconocido hasta por opositores que se atienden en silencio aunque los critican en público. Es más factible un escenario en el que proponga a los médicos cubanos que deserten de sus misiones y sean contratados y pagados directamente por el Estado venezolano, en línea con el método “parole” que fomenta Estados Unidos para la fuga de cerebros.

Las amenazas de medidas privatizadoras pueden ser frenadas legalmente, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela prohíbe cualquier intento de restauración neoliberal. La oposición ahora tiene que moverse en el ámbito institucional, el mismo que daban por desahuciado. El chavismo por primera vez tendrá que compartir el poder.

Los esfuerzos de Maduro por emular el estilo espontáneo de Chávez no le han favorecido. Hablar con pajaritos le ha convertido en centro de burlas de sus detractores y en el descrédito de sus seguidores, es el momento de ejercer de Presidente de la República.

 

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