lunes, 8 de septiembre de 2014

Causas y consecuencias del mercado negro

Fernando Ravsberg

La prensa cubana se ha lanzado a por los revendedores tal y como si se tratara de una noticia, como si recién ahora se percataran de que existe un mercado negro que "trapichea" en cada esquina del país con todo los que se pueda vender.

En el reportaje del noticiero de la TV incluso han llegado a insinuar que algunos empleados de las tiendas estatales son compinches de los acaparadores. Descubren que de la complicidad de los tenderos se abastece en gran medida el mercado negro.

Nadan en la superficie, tocan los efectos sin atreverse a penetrar en las causas de un problema que se arrastra desde hace décadas como consecuencia de una escasez crónica de productos, desde tornillos hasta colchas para limpiar los pisos.

Durante los primeros años de la revolución se le podía achacar al Embargo de los EEUU pero en la actualidad Cuba tiene relaciones comerciales con todo el mundo y puede comprar en otros mercados los productos que necesita la gente.

No parece ni siquiera un problema financiero porque los productos están y desaparecen de forma intermitente. La espuma de afeitar puede perderse completamente un par de meses y de un día para otro reaparecer en todas las tiendas.

Esos vaivenes son los que permiten a un grupo de listos acaparar y revender después a un poco más de precio esos productos. Es la falta de previsión y planificación a la hora de importar lo que provoca estos baches que facilitan la actividad de los acaparadores.

No cabe duda de que Cuba tiene una economía planificada, el problema radica en saber si está bien planificada. En realidad, desde hace décadas, en el comercio interior hay un caos que nunca ha podido ordenarse ni siquiera mínimamente.

Por estos días una colega de la prensa extranjera hacía notar que, en el mismo momento en el que se desapareció el papel higiénico de las tiendas, un supermercado habanero ofertaba latas de perdiz en escabeche que nadie compra.

¿Quién decide comprar estos enlatados de lujo en un momento en el que las estanterías de las tiendas están casi vacías?. Esa historia recuerda demasiado a la de aquel funcionario que importó a Cuba de una máquina para barrer nieve.

Mercado y consumo

El sistema de comercio interno no necesita "ajustes de modelo" sino un cambio radical, un nuevo modelo. Empezando por las importadoras, empresas burocráticas que desconocen los intereses de los consumidores y compran sin ton ni son.

Muchos de sus empleados reciben comisiones de los proveedores por lo que no priorizan lo intereses nacionales sino los de su propio bolsillo. A ellos pagaban los empresarios extranjeros corruptos recientemente juzgados y condenados a prisión.

Para planificar se debería empezar por hacer estudios de mercado, conocer las necesidades de los consumidores y decidir las compras a partir de ahí. Se trata de adquirir los productos que la gente necesita y en cantidades acordes a la demanda.

Planificar significa ser capaces de organizar los ciclos de las importaciones para que haya un abastecimiento fluido, sin agujeros negros como los que abundan en el comercio interior de Cuba en cualquier rubro que se toque, desde la leche hasta la madera.

A veces ese caos tiene altos costos para la economía nacional como cuando se paran los buses porque no compraron a tiempo los repuestos, escasea la madera para hacer los cajones de recoger las cosechas o se para un central azucarero por falta de previsión.

Incluso en  la venta de uniformes escolares, a precios subvencionados por el Estado, se crea el malestar por la falta de tallas. Un problema que las tenderas están siempre dispuestas a resolver cobrándoles un dinerito extra a los padres del niño.

Todo el sistema de distribución está podrido, los importadores cobran comisiones, los tenderos venden a trasmano, los carniceros roban parte del pollo, los bodegueros le echan piedras al frijol, los agros alteran las pesas y los panaderos se llevan la harina y el aceite.

Y en medio de todo ese caos está el consumidor cubano, el cual no tiene ni siquiera una defensoría donde reclamar sus derechos cuando le venden picadillo de carne podrido, un par de zapatos viejos o un refrigerador que chorrea agua.

Sin duda la especulación es una actividad despreciable pero no es la causa del mercado negro. Se podrá iniciar una nueva campaña contra los acaparadores pero no tendrá más éxito que las anteriores mientras no se cree un sistema comercial eficiente.



 

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